La siesta de noche

El Real Madrid siguió ayer con su mala racha en Turín, y volvió a caer 2-1 en el Comunale. Cambió el escenario y la forma. Con Delle Alpi en obras, la Juve ha encontrado un hogar un tanto más acogedor, pero tampoco es que sea una caldera la nueva morada de los de Ranieri. En cuanto a la forma, las anteriores derrotas de los blancos en Turín habían sido cuestión de superioridad turinesa, ya se sabe cómo son los italianos en sus feudos europeos.

Ayer, el Real Madrid se presentaba en Turín con una idea clara: la Juve de hoy en día es un espejismo de la de hace 4 años ( y anteriores). Y no pudo pensar peor. Fue un arma de doble filo para los blancos. Salieron a escuchar el himno europeo cual nana al recién nacido. Con Papá Schuster encontrando acomodo sobre un duro poste del banquillo y con Tito Platini en la grada pensando en qué hacer para sacar un punto racista en los españoles, los madridistas se echaron la manta y a dormir. Ya puede alegar Platini otra maravilla de las suyas: el Madrid se durmió, menospreció al rival extrangero, fue racista.

La siesta duró hasta el minuto 60. Las primeras imágenes que tuvieron los blancos fue un marcador 2-0 que empezó a preocuparles. Entonces tiraron la manta, pero quisieron ir al trabajo sin quitarse el pijama. Había tiempo pero precipitaron sus actos. Sneijder, todavía con la baba en el mentón, probó dos veces con igual suerte. Apareció Heinze, esquinado, para sacar un gran centro que fue rematado con Van Nistelrooy, víctima en el primer acto de la desidia de sus compañeros. Pero como las prisas son malas consejeras, y la siesta había empezado tarde y mal, la Juve decidió contribuir, echó cloroformo al partido y esperó al silbato final. Los merengues, víctima de aquella idea de superioridad aprendieron la lección. Seguro que en Chamartín, la siesta la hacen a media tarde.