Agapito, ¿ y mi resaca?

Anoche el Real Zaragoza cayó en Anoeta en la que era para ambos equipos su primera eliminatoria copera. Los dos primeros partidos que ha disputado el equipo de Marcelino en Segunda División han servido para ser conscientes de una realidad: el ascenso no es tan factible como se vendió, y las cosas no se han hecho lo suficientemente normales como para acercar ese objetivo.

La caída de este equipo empezó a falta de 9 partidos de hace dos temporadas. No se ganó ningún partido más entonces, se clasificó para UEFA de puro milagro, algo que sólo sirvió para tener una plaza más donde hacer el ridículo: Salónica y Javito están a la altura del más fantástico circo zaragocista. El año pasado, el Real Zaragoza fue una auténtica casa de putas, sí, está bien dicho. No hacían más que entrar y salir almas adineradas, buitres carroñeros, depresivos remedios. Duro es acabar con una historia, pero quizás lo duro está más cerca que el objetivo. Por deuda financiera, no creo que el Zaragoza aguante mucho más en la Segunda División sin tener que acogerse a la tristemente famosa Ley Concursal. Que yo sepa, los impuestos para deudores son una lacra en esta sociedad.

Como es de justicia tratar de olvidar el pasado, como el zaragocismo perdona al escudo pero no a los que lo mangonean (y ojo, esto es literal), habrá que escuchar las palabras de Marcelino. Eso sí, el asturiano debe entender que el apoyo más grande que en este momento puede dar el zaragocismo es callar. Necesita una muestra, un puntito de explosividad, para que el fervor sea más impetuoso. De momento, lo que hemos visto ha sido una especie de equipo, que ya es algo, pero sin ideas claras ni carácter suficiente. Ayala debe permanecer donde ayer, es decir, en su casa. Ewerthon, a lo que afine un poco, las fallará solo desde 10 metros. Los fichajes no han tenido tiempo, pero tampoco parece que lo necesiten pedir. A sufrir como zaragocistas, pero esto no tiene buena pinta.