Navas asombra, el Madrid se ensombrece

Enfermedades aparte, Jesús Navas se hizo futbolista hace bastante tiempo. La cabalgada en San Mamés, los goles en el Pizjuán. Le faltaba una verdadera confirmación, y quizás la recibió ayer, con Alves de fantasma pululante y Serra Ferrer de enemigo público. Cabalgó sin freno la banda derecha, asistió con maestría y el gol no fue el colofón a una tarde magnífica.

Parecía que Navas estuviera en un palacio. Se tejió y colocó la alfombra roja de las estrellas, y fue sirviendo las tazas de café a los rivales, y los pasteles a sus compañeros. Capel en el otro costado trataba lo mismo, con resultados dispares. Y Kanouté y Luis Fabiano no iban a desaprovechar semejantes regalos del niño transformado en hombre, como pedía Maresca, para dejar sentenciado al AEK y en la silla eléctrica al menos sevillista de los ayer presentes.

El Carranza es otra cosa. TVE se empeña en que no, y no sólo apuró el tiempo de una sola semifinal, sino que nos informará de quién es tercero, pero no de quién es el ganador. Cosas como estas justifican el antimadridismo, aunque el club no tenga nada que ver con ello.

Televisiones aparte, debutó la saga holandesa construída por Mijatovic (¿?). Más de lo mismo podría decirse. A Sneijder le toca remar en un barquito a la deriva, aunque si le das un timón es capaz de manejar un transatlántico. La sensación que dejó Roysthon Drenthe es la de un futbolista acostumbrado a la sensación del sambódromo de Río. Aquí los defensas no son bailarinas de playa ni los entrenadores espectadores de lujo.


"Dudek es una anécdota" decía Andrés en su entrevista. Y la decisión de Schuster, igual de estúpida a la de sus compañeros Víctor Fernández y García Remón. Sale la anécdota por el salvador, Cannavaro hace falta para no perder costumbres y Caffa coloca el balón lejos de la anécdota que se queda paralizada. Nuevo naufragio del barquito y el Betis de Cúper cumplió con las máximas exigidas por el argentino: si no te marcan, tienes algo asegurado. Y si encima marcas en el 90, tienes una semana cojonuda.

Lejos de allí, en Toulouse, donde prima más la Ligue 1 que la previa de la Champions, Torres vio desde el banquillo como Voronin enchufaba un disparo supremo para dar ventaja a los de Benítez en el paso fugaz por el infierno francés antes de la recompensa lógica del año anterior. Sin salir de Francia, lo cierto es que el Lyon se podría permitir mil fallos. Porque sus rivales se empeñan en darle vida. Ni Marsella, ni Girondins, ni PSG, ni Lille, ni Saint Ettiene, ni Auxerre, a priori rivales lógicos del Lyon, ganaron ayer.

Y en Alemania, donde se coronaba la sublime trayectoria del alemán menos alemán, donde tres de los fantásticos debutaban ante un rival de cierta entidad, apareció el de siempre para hacer lo de siempre. Renacieron las comparaciones, se renovaron los elogios, pero la vida sigue igual. Messi es feliz con una pelota en sus pies. Le da igual llevarla por abajo y meterla por arriba que le venga por arriba y meterla por abajo. Con la sonrisa, con las ganas de disfrutar que siempre aparenta, Messi enchufó una volea fantástica para darle la victoria a los de Rijkaard. ¿Henry? Una anécdota.

El vaso del Carranza en Corazón Zaragocista