¡Encarna, la empanadilla!

El fantasma de la ida se había reconvertido en demonio tras la esperpéntica imagen blanca en el Carranza, y la apasionante victoria en intersemanal de los sevillanos. Sneijder y Drenthe eran imágenes de desasosiego en busca de una nueva remontada épica, de las de Capello, pero el plato que tuvo ayer la afición blanca fueron unas buenas lentejas y una empanadilla inicial que sirve para que el patatal de las dudas se haya convertido en bosque y, de momento, sin retorno.

El Sevilla hoy en día es un rodillo, y el Madrid son 11 hombres que demabulan por el campo, y que se hacen llamar equipo. Dirigidos todos ellos por un cartel publicitario, de escasa credibilidad, y resultados (reconocidos por él mismo) claramante inexistentes. El sistema parecía un tetrix mal jugado, aunque eso sea lo de menos en el fin del verano futbolístico.

Porque es cierto que la Supercopa carece de importancia si la ganas y te prepara la lápida si la pierdes. Por eso no voy hacer un entierro prematuro a un Madrid que si sigue en esta frecuencia, se sintonizara en breve a las puertas del cementerio. Drenthe marcó un gol que alimenta esperanzas, pero sigue intermitente en un equipo desenchufado.

Lo del Sevilla es otra cosa. Juande puede negociar con el Legia Varsovia si quiere, porque su equipo está tocado por una varita que todo lo que toca lo convierte en Copa. Ayer bebieron en un escenario ilídico y vacío en su final. Sueño total para Del Nido, realidad final para un equipo que sigue en progresión, negociaciones aparte. Kanouté simplificó el fútbol con tres goles a un toque, como deben hacer los delanteros centros. Y de paso, inscribió al Sevilla en la hoja de candidatos, donde, de momento, aparece en solitario. ¿Los demás? Nadie ha hecho méritos para toser a este Sevilla.

P.D: Como dijo José Vicente Hernáez, "Pepe me parece barato". Grande el tío (sin echarle toda la culpa, ni siquiera un cuarto al ex del Oporto)