Ofensa incomprendida

Nicolás es un niño de 3 años. El pasado sábado acudió a la Romareda con su padre, el cual había pagado 200 euros por ver el partido. Nicolás llego al campo de la mano de su progenitor y observó primero como el campo se llenaba de gente vestida de blanca. Le preguntó a su padre si esos eran los jugadores, y el padre le explicó que no, que eran los aficionados del equipo rival.

Vio como el campo se llenaba, y ya no todos gritaban lo mismo. Se levantó como hacían los de su alrededor para aplaudir a un jugador que se retiraba. El chico no entendía lo que estaba pasando, y por mucho que su padre se lo explicaba, él no podía dejar de mirar atónito lo que acontecía a su alrededor.

A Nicolás, su padre le tapaba los oídos cuando los aficionados gritaban cosas feas, no fuera que el chico cogiera malos hábitos de cara al futuro. Nicolás, que seguía sin entender nada, se levantó y gritó cuando un hombre de larga sombra y nariz respingona metió la pelota en su portería. Observó como ese hombre corría para ceelbrar con sus aficionados el gol, y que los rivales no reclamaban algún tipo de trampa como él y sus amigos hacían en el recreo.

En el descanso del partido, a Nicolás le entró un hambre tremenda y su padre le sacó el bocadillo de chorizo que llevaba en una bolsa de plástico, con una botella de agua por si le entraba la sed. Le preguntó a su padre por qué la botella no llevaba tapón, y éste le explicó que porque los niños malos se lo podían tirar a alguno de los protagonistas. Los hombres volvían a salir y Nicolás se dispuso a dirigir su mirada hacia ellos.

Marcaron gol los de negro, y lo marcó de cabeza, capacidad que asombró a Nicolás. Minutos más tarde asombró como el 8 de los blancos driblaba rivales y se la daba al de la nariz respingona, quien volvía a meter gol. Su padre le tapó los ojos cuando los aficionados de los dos equipos se peleaban. Y también, cuando el mismo de negro que antes, marcó el empate.

Padre e hijo estaban muy contentos, pues uno había amortizado los 200 euros y el otro había disfrutado y aprendido, ya ya le podría contar a sus amigos que había visto un gol con la cabeza y que había uno de nariz respingona muy bueno. Pero, cuando se disponían a marchar...

....Entonces saltó un hombre al campo, bufanda al cuello y alegría in corpus. El papá de Nicolás no podía creer lo que estaba viendo, y se puso a llorar. Nicolás preguntó qué pasaba. Lo que pasaba...el padre no se lo supo contar. Era lo más absurdo que había visto, y la mayor ofensa que había recibido.

P.D: Así de claro. Que si, que otros han hecho cosas peores, que Ortí también se nos rió en la cara. Pero no hay derecho a lo que nos hizo el señor Calderón. A mi me ofende, que lo sepa señor Roberto Gómez. Ah, por si hay que aclarar. La historia de Nicolás es totalmente ficticia.