¡Encended la luz!

El día que se encendió la mecha del conflicto entre el "8" y sus propios directivos se inició la enfermedad del Submarino. La linterna que había iluminado la trayectoria de los de Vila-Real se quedó sin pilas, a la vez que sus compañeros veían como la fuente de sus goles se secaba.

Se iniciaba un contencioso con únicamente dos soluciones posibles: la rectificación de los poderosos, para favorecer sus intereses deportivos o bien poner por delante de todo el orgullo propio de cada uno. Se decidió por lo segundo, y mientras esa decisión era tomada, la lápida del Villarreal se construía. Decía algo como "De aquí se fue Román".

Pasaban los días y los de la pasta iban mandando mensajes a la linterna. No sólo habían decidido apagarla, sino que encima no pensaban comprarle pilas nuevas. Y encima, compraron una lamparita que iba a intentar a hacer su función. Pero aunque la lámpara iluminaba, el ser del Villarreal había muerto.

Los resultados no salían, los goles tardaban en llegar y sólo la defensa aguantaba con algo de energía. No en vano, ellos no dependían de la linterna. La melena del uruguayo se recogía, en tanto que el chico de Torrero intentaba acudir al medio en auxilio de sus compañeros. El mayor fraude de la selección española naufragaba cual Carlos Sainz en el Dakar. Y para colmo, la lamparita era víctima del recibimiento de los duros anfitriones de la Liga.

Y llegó el día. Román volvió a su casa. Mientras, el Villarreal no reaccionaba. El día que Román debutó en su segunda etapa en Boca, el Villarreal tuvo nulas ocasiones en la Romareda. Sin embargo, como un acto espiritual, digno de Cuarto Milenio, Román dio dos pases de gol en su segundo partido en Boca. Dos pases medidos, enfocados, como una linterna que busca a sus amigos y elimina a sus enemigos.

Al día siguiente, el Villarreal venció 2-1 al Mallorca. Y es que, aun en la lejanía, Román ilumina al Villarreal. Si al "8" le va bien, al Submarino también. ¡Que enciendan la linterna!